(de Santo Tomás de Aquino)
Te doy gracias, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, porque, sin ningún mérito mío, sino por la sola condescendencia de tu misericordia te has dignado alimentarme, a mí, pecador e indigno siervo tuyo, con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Te pido, Padre, que esta Santa Comunión no sea para mí, motivo de condenación sino intercesión salvadora de perdón.
Que sea armadura de mi fe, escudo de mi buena voluntad, muerte de todos mis vicios y extinción de la concupiscencia y de los deseos carnales.
Signifique también para mí un aumento de caridad y de paciencia, de humildad y de obediencia, y de todas las virtudes.
Que sea firme defensa contra las asechanzas de todos mis enemigos, visibles e invisibles; perfecto sosiego de mis inquietudes tanto carnales como espirituales; firme unión contigo, Dios, uno y verdadero, y consumación feliz de mi muerte. Y te ruego te dignes llevarme a mí, pecador, a aquel banquete inefable del cielo, donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus Santos, luz verdadera, satisfacción plena, gozo perdurable, dicha consumada y felicidad perfecta.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
(atribuida al Papa Clemente XI)
Creo, Señor, fortalece mi fe; espero, Señor, asegura mi esperanza; amo, Señor, inflama mi amor; me pesa, Señor, aumenta mi arrepentimiento. Te adoro como a primer principio, te deseo como a último fin, te alabo como a bienhechor perpetuo, te invoco como a defensor propicio. Dirígeme con tu sabiduría, contenme con tu justicia, consuélame con tu clemencia, protégeme con tu poder. Te ofrezco, Señor, mis pensamientos para pensar en Ti, mis palabras para hablar de Ti, mis obras para obrar conforme a Ti, mis sufrimientos para padecerlos por Ti. Quiero lo que Tú quieres, lo quiero porque lo quieres, lo quiero como lo quieres, lo quiero en cuanto lo quieres. Te ruego, Señor, que alumbres mi entendimiento, abrases mi voluntad, purifiques mi corazón, santifiques mi alma.
No me inficione la soberbia, no me altere la adulación, no me engañe el mundo, no me prenda en sus redes el demonio. Concédeme la gracia de depurar la memoria, refrenar la lengua, recoger la vista, mortificar los sentidos. Llore los pecados pasados, rechace las tentaciones futuras, corrija las inclinaciones viciosas, cultive las virtudes necesarias. Concédeme, Dios bueno, amor a Ti, olvido de mí, celo del prójimo, desprecio del mundo. Procure obedecer a los superiores, atender a los inferiores, favorecer a los amigos, perdonar a los enemigos. Venza el deleite con la mortificación, la avaricia con la largueza, la ira con la mansedumbre, la tibieza con el fervor.
Hazme prudente en los consejos, constante en los peligros, paciente en las adversidades, humilde en las prosperidades. Haz, Señor, que sea en la oración, atento; en la comida, sobrio; en los deberes, diligente; en los propósitos, constante. Que procure tener inocencia interior, modestia exterior, conversación edificante, vida recta. Que me aplique con diligencia a domar la naturaleza, a corresponder a la gracia, a guardar tu ley, a merecer la salvación. Que consiga la santidad con la confesión sincera de mis pecados, con la participación devota del Cuerpo de Cristo, con el continuo recogimiento del espíritu, con la pura intención del corazón. Aprenda de Ti qué frágil es lo terreno, qué grande lo divino, qué breve lo temporal, qué duradero lo eterno. Concédeme que me prepare a la muerte, que tema el juicio, que evite el infierno, que obtenga el paraíso.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.